Las celdas del diablo
La realidad de los centros penitenciarios venezolanos
Aunque ni las paredes, ni los pisos estén hechos de fuego, esto es el verdadero infierno. Pues hay fuego en el que se destella por la balas, también en los yesqueros o fósforos para encender los cigarrillos o fumar la droga, hay fuego en el momento de las peleas, entre ellos mismos, cuando toman eso como una opción para asesinar a sus compañeros de celdas, y en contra de los guardias, cuando las granadas son el principal instrumento de guerra.
En estas celdas de las cárceles venezolanas se debe aprender a convivir con la suciedad, enfermedades, alfombras en el piso compuestas por millones de gusanos, armas, drogas, golpes, hambre, sueño y enemigos.
Aparte del impedimento de la libertad, estos reos deben soportar situaciones infrahumanas. La falta de organización en las cárceles ha generado descontrol, llegando al punto en que son los mismos presos quienes crean sus propias leyes, las cuales deben ser seguidas al pie de la letra, al menos que con tu próximo paso quieras toparte con la muerte.
El Rodeo es una expresión más de la serie de centros penitenciarios que hay en el resto del país, esta dividió en pabellones o “letras”, donde diferentes grupos de reclusos se están disputando constantemente el control del penal. Pero al mismo tiempo que existe esta división, en que un pabellón es superior a otro, lo mismo se da dentro de cada uno de ellos, donde hay una jerarquía de mandos que prevalecen y ejercen el control.
En cada pabellón están los llamados “luceros”, estos cuentan con distintas armas de fuego, granadas, teléfonos, cantidades de droga, chuzos que hasta parecen obras de arte, entre otras cosas.
El “garitero” se refiere a aquel que fue seleccionado para cuidar los pasillos, es decir, advertir a tiempo si vienen guardias para la requisa. “¡Agua verde bajando!” es lo que se escucha gritar cuando se aproximan los guardias, “¡Agua marrón!” cuando son policías, e inmediatamente se esconden todo tipo de objetos ilegales.
“Comencé siendo garitero y con el tiempo pasé a ser lucero, lo tenía todo, estaba apoderado, a veces eso es una razón para querer estar enjaulado, esa es la vida que muchos de nosotros decidimos tener o que nos tocó tener, inconscientemente nos gusta el peligro, es la costumbre.
He conocido algunos que han salido en libertad y como lo tienen todo ahí dentro, deciden cometer un crimen para poder volver”.
No cualquiera puede hacer este trabajo, como tampoco cualquiera puede ser “lucero”, así como tampoco cualquiera puede tener un arma, dentro de esas paredes el hecho de que se te sea permitido el acceso a éstas es una gran responsabilidad que lleva consigo aún más peligro del que ya se vive adentro.
Se debe tener cautela con cada paso que sea tomado, cada palabra que sea dicha, cada mirada que sea enviada, no hay cabida para algún mal entendido, los problemas son resueltos de la forma mas violenta, un llamado inmediato a la pelea, con chuzos o cualquier otra arma, o en el peor de los casos directamente al empleo de armas de fuego, detonando sin piedad alguna el rostro o cuerpo de ese enemigo.
“Recuerdo que el primer día que llegué, cuando caminaba hacia la letra que me tocaba, escuché a uno que ni siquiera conocía, que quería matarme, que quería una pelea entre él y yo. Ahí me di cuenta de que esos años en los que estaría ahí iban a ser los más difíciles”.
Cada acción será cuidadosamente vigilada, y estas son las que te permitirán conseguir los mejores puestos, con lo que se podrá acceder a todo aquello que es devoción para los reos, lo que es el pan de cada día, drogas y arma.
Mientras más acertadas sean tus decisiones, obtendrás más respeto, y esto te permitirá tener un mayor respaldo al momento de defenderte, y así tu banda irá creciendo.
Aunque ¿Quién dijo que en el infierno se puede tener amigos, si tu única compañera de celda durante tus días de cárcel será la muerte?, esa es la realidad.
Ya cerca de las nueve de la mañana se oyen voces, gritos desgarradores, (podríamos decir alaridos de fieras), hasta nombres, y es que los presos ya están haciendo un llamado, en la locura de sus soledades, al ser querido que debe estar abajo, entre los visitantes.
Qué satisfacción debe ser ver a la persona que se espera, allá abajo. Se aferran a las vallas y miran con desesperación. Saludan, y uno piensa ¿Cuántos de aquellos seres habrán sido ya olvidados por sus amigos y familiares? ¿Cuántos llevaran meses y años sin saber de un ser bondadoso, de una mano cordial, de un saludo, de un recuerdo aunque sea en un papel, y en medio de la bulla de los que si reciben visitas, sentir la herida punzante del olvido más cruel?
“Lo que más me dolía era que mis hijos fuesen a visitarme, muchas veces me encontraban con moretones en la cara, pero no podía mostrar debilidad, ahí adentro también está prohibido llorar”.
Los familiares de los presos primero deben hacer una exhaustiva fila, luego avanzan hacia la entrada donde un guardia recoge las cédulas y procede a entregar un pase. Ya están en las puertas del infierno, son revisados cuidadosamente para asegurarse de que no lleven objetos como monedas, llaveros, zapatos con plataforma o con tacones, envases de vidrios, celulares, tarjetas telefónicas, prendas, pañuelos, camisas sin mangas, suéteres, limas de uña, remedios, bolsas de papel, incluso zapatos de marca, entre otros.
Luego en la entrada, en los pisos cubiertos de gusanos hay unos personajes que son presos que “trabajan”, a los que se les llama “las brujas”, quienes se encargan de pasar un haragán para abrir un espacio y apartar estos pequeños animales, de forma tal que los visitantes pasen rápidamente. También se les permite que sirvan de ayudantes para trasladar bolsas de comida, entre otras cosas similares.
Al momento de la visita todo debe permanecer en calma, ningún familiar debe ser lastimado, si esto sucede de forma inmediata será eliminado el causante de aquella tragedia.
La cárcel es un recinto repleto de riesgos, pero también de leyes, y para que estas se puedan llevar a cabo lo primero que debe existir es el respeto.
“Al comienzo sentí miedo, pero luego me di cuenta de que debía dejarlo a un lado para poder sobrevivir, ahí dentro ese sentimiento no existe. En una de las tantas guerras que viví ahí dentro, pensé en eso y logré romper rápidamente con una mandarria un candado de la celda de los enemigos, por eso fue que pude conseguir mi primera pistola, en los primeros tres meses, nunca demostré miedo por nada ni por nadie, así que me la merecía”.
Otras de las situaciones que deben afrontar los reos es la comida. Son sometidos a un alimento diario, que en vez de ser alimento termina siendo bazofia, sólo desayuno y almuerzo, en la mayoría de las ocasiones lo que conforma el menú es el fororo y un bollito con queso, y sin bebida alguna.
Muchos son los shows que se presencian en los comedores, en ningún momento se respira calma, ni siquiera a la hora de la comida.
“Estaba comiendo y creí que los que venían con pistola en mano iban hacia mi puesto, cuando de repente escucho un disparo y me doy cuenta de que habían matado a mi compañero de celda, que en ese momento comía conmigo”
Una interminable lista de situaciones escalofriantes son vividas por los reclusos, desde presenciar el trato que le dan a aquellos que llegan con delitos de violación o los “sádicos” como los llaman ellos, así como también las numerosas balas perdidas, la convivencia con los muertos y las ratas, hasta los golpes y los malos tratos por parte de los guardias.
“Una de las cosas más incómodas era cuando teníamos que ir a presentarnos a los tribunales, porque para revisarnos nos mandaban a desvestirnos en la fosa, donde meten a todos los muertos, y el piso era un mar de sangre, y con cualquier movimiento que hicieras te llenabas de ella”.
Muchos son los intentos por escapar de ese terrible presente, pero al que ha sido capturado ha recibido hasta más de 15 “peinillazos”, y debe soportar esto sin quejarse o votar alguna lágrima, puesto que el que sea visto en esta situación será considerado por los demás como débil y será expulsado de la banda a la que pertenece.
Ésta es la realidad de los que caen bajo las redes de la justicia venezolana, estas cárceles están dispuestas a quitar la libertad, pero también a quitar el aliento, tanto a los reclusos como a losfamiliares de los mismos, toda esperanza posible en este infierno se pierde bajo las llamas.